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Infancias medicadas: ni solución mágica ni enemigo público

En los últimos años, ha habido un aumento en el número de niñas y niños diagnosticados con condiciones como TDAH, ansiedad o trastornos del neurodesarrollo. Más que alarmarnos, este incremento debe entenderse como el resultado de un mayor acceso a herramientas diagnósticas, conocimiento científico y apertura social para hablar de salud mental infantil. Hoy sabemos más, identificamos mejor y podemos intervenir más temprano. Eso es un avance, especialmente cuando estos diagnósticos se utilizan como punto de partida para comprender y apoyar, y no como etiquetas que limitan.


El riesgo de reducir las infancias medicadas a la pastilla

Sin embargo, aún persiste una creencia preocupante: que el tratamiento de estas condiciones se limita a la medicación. Y eso, lejos de ayudar, puede reducir la complejidad del niño a una pastilla que busca “normalizarlo”.

La medicación, cuando es indicada por especialistas en salud mental infantil y forma parte de un tratamiento integral, puede ser muy útil para reducir síntomas y facilitar procesos como el aprendizaje o la autorregulación. Pero nunca debería ser el único recurso, ni el primero sin una evaluación clínica completa y profunda.

Sin acompañamiento terapéutico, sin intervención en el entorno familiar y escolar, y sin entender la historia detrás de la conducta, los efectos positivos a largo plazo son limitados y, en ocasiones, incluso contraproducentes.

Evitar la patologización de la infancia

Todo debe comenzar por dejar de patologizar conductas que, en muchos casos, son propias de la infancia. Un niño que no puede quedarse sentado no necesariamente es “hiperactivo”: quizás está aburrido, necesita moverse —como todos los niños— o se encuentra en un ambiente poco estimulante, restrictivo o poco adaptado a sus necesidades.

Nuestra mirada adultocéntrica ha confundido muchas veces la infancia con el desorden, y lo que necesita comprensión se convierte en diagnóstico prematuro. Y esto, sin duda, debe preocuparnos.

Entender el comportamiento infantil: más allá de los síntomas

Desde la neuropsicología sabemos que el comportamiento es solo la punta del iceberg. Cada acción refleja procesos internos complejos: atención, memoria, autorregulación, motivación, lenguaje, emociones.

Cuando un niño está constantemente distraído, irritable o impulsivo, en lugar de preguntar “¿qué tiene?”, deberíamos preguntarnos:

  • ¿Qué está viviendo?
  • ¿Qué necesita?
  • ¿Cómo lo estamos acompañando?

Diagnosticar sin contexto es como recetar con los ojos cerrados.

El papel de los profesionales en el manejo de infancias medicadas

Por eso es clave que, cuando algo nos llama la atención en el desarrollo o comportamiento de un niño, acudamos a profesionales de salud mental formados, éticos y actualizados.

Evaluación integral y ética profesional

Profesionales que evalúan con tiempo, con escucha activa y con perspectiva de desarrollo. Y como profesionales, también debemos reconocer nuestros propios límites: solo debemos evaluar y atender aquello para lo que estamos debidamente preparados. La ética profesional implica saber cuándo derivar, cuándo trabajar en equipo y cuándo detenerse a mirar más allá del síntoma.

La importancia del rol familiar en el acompañamiento

El papel de las familias es igual de fundamental. Muchas veces, el deseo de “resolver rápido” lleva a buscar soluciones inmediatas que no siempre son las mejores a largo plazo.

Acompañar a una niña o niño en su proceso de desarrollo implica:

  • Paciencia
  • Observación
  • Disposición para transformar entornos, rutinas y formas de crianza

La medicación, si se usa, debe ir acompañada de cambios reales en lo cotidiano: una escuela más flexible, vínculos más empáticos, límites claros pero respetuosos, y espacios donde el niño pueda expresarse y sentirse visto.

Construir un enfoque equilibrado sobre las infancias medicadas

También necesitamos dejar atrás los extremos: ni satanizar la medicación ni romantizar la crianza sin apoyos. No se trata de elegir entre uno u otro, sino de construir un camino que respete la singularidad de cada persona.

Reconocer que cada niña y niño es único, y que su tratamiento debe centrarse en lo que mejor funcione para él o ella, desde una mirada integral, empática y multidisciplinaria, es un acto de justicia y de cuidado.

La importancia del trabajo en red

Esto incluye también trabajar en red. Escuelas, familias, pediatras, terapeutas, docentes, orientadores… todas y todos tenemos algo que aportar.

Pero para hacerlo bien, necesitamos:

  • Salir del juicio rápido
  • Evitar el “diagnóstico de pasillo”
  • Descartar el “yo creo que tiene esto”

Necesitamos volver a lo básico: mirar, escuchar, preguntar, respetar, y construir con el niño en el centro, no como problema a corregir, sino como persona a acompañar.

Conclusión: hacia un enfoque humanizado en las infancias medicadas

El diagnóstico no debe ser una etiqueta, ni la medicación una forma de silenciar. El verdadero objetivo es acompañar a cada persona a vivir de la mejor manera posible su camino en este mundo.

Y para eso, necesitamos:

  • Menos prisas y más comprensión
  • Menos recetas automáticas y más trabajo en red
  • Menos discursos extremos y más decisiones informadas

Acompañar el desarrollo infantil no es sencillo. Pero puede ser profundamente transformador, si lo hacemos desde la ética, la ciencia y el compromiso humano.

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